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* * * * * * * * * * * * PERO ¿QUIÉNES SOMOS LOS QUE HACEMOS CINE BRAILLE? * * * * * * * * * * * * |
LOS PECADOS DE FIDEL CASTRO
A propósito de la dolencia que recientemente obligara al líder cubano Fidel Castro a ceder el poder a su hermano Raúl, han proliferado los análisis sobre la historia, el presente y el futuro de la Revolución Cubana. He aquí nuestras opiniones, que esperamos que escapen por igual al facilismo del ditirambo, a la demonización fundada exclusivamente en el odio y a la comodidad del justo medio.
DE ERRORES Y DE ACIERTOS
Recuerdo
haber leído hace mucho una afirmación que me quedó grabada,
y que lamentablemente no recuerdo a quién se debe. Decía algo
así como que a los gobiernos populares argentinos se los
había criticado por sus errores, pero habían caído por sus
aciertos. ¿Quién se cree hoy, por
dar un solo ejemplo, que Arturo Illia fue derrocado por la morosidad administrativa
de su gobierno? Habría que buscar los motivos de los golpistas por otro
lado, por cerrarle la puerta al retorno del peronismo por vía de elecciones
libres, por ejemplo, o por derogar la legislación que perjudicaba las
superutilidades de los oligopolios bancarios, petroleros y farmacéuticos,
o por reprimir la creciente liberalización de las costumbres que alarmaba
a los retrógrados de siempre. Con la Revolución Cubana pasa
algo similar: se la critica por los costados más vulnerables pero se
la abomina por sus fortalezas. Cierto: en Cuba hay presos políticos
y no hay libertad de asociación ni de prensa. Pero ¿con qué
autoridad pueden hablar de "respeto a los derechos humanos" aquellos que han
convertido a Guantánamo en un oprobio que nada tiene que envidiar a los
gulags del comunismo soviético? ¿O los sostenedores de gobiernos
opresivos como los de Egipto, Arabia Saudita o Pakistán? O más
cerca de nosotros ¿por qué los principales críticos del régimen
castrista son los medios y los figurones de la política que aplaudieron
a una dictadura criminal infinitamente peor? No,
no son los fusilamientos de opositores ni la censura de prensa los pecados
que no se le perdonan a Fidel Castro, porque si fuera sólo por
eso, hace rato que lo podríamos ver tomando un amable té con el
Primer Ministro británico, como hace poco hiciera alguien
que por arte de la magia de un par de concesiones dejó de ser un dictador
promotor del terrorismo: el líder libio Moammar Gaddafi.
No señor. Los pecados imperdonables son otros.
LOS VERDADEROS PECADOS QUE NO SE LE PERDONAN A CASTRO
Antes de
la Revolución, y más allá del corrupto y sangriento dictador
Fulgencio Batista, el verdadero poder en Cuba eran las multinacionales azucareras
y frutícolas norteamericanas y la mafia de Nueva York, que con la vista
gorda de las autoridades había convertido a La Habana en una capital
mundial del juego, la trata de blancas y el tráfico de drogas. Imperaban
la miseria y la injusticia, y la garantía del statu quo era un
régimen
terrorista apoyado por la Casa Blanca. El derrocamiento de una tiranía
semejante es el primer pecado imperdonable de la Revolución: demostrar
que la invencibilidad del Imperio y sus procónsules locales es un mito.La Revolución,
a lo largo de casi medio siglo, construyó un Estado que garantiza a cada
cubano una atención educativa y sanitaria de una calidad que no tiene
igual en el resto de Iberoamérica. Ése es el segundo pecado
imperdonable: demostrar que, con todos los defectos y límites que se
quiera, es posible crear una sociedad más justa e igualitaria. El tercer
pecado imperdonable es simplemente haber dado el mal ejemplo de subsistir:
Fidel Castro lleva más tiempo en el poder que casi todos los soberanos
del mundo, con la excepción de la Reina de Inglaterra y el Rey de Tailandia.
Todo esto en las narices del imperio más poderoso del que se tenga
memoria, y sobreviviendo al aislamiento al que lo condenaron, primero, el
surgimiento de decenas de dictaduras militares hostiles en su propio continente,
y segundo, el derrumbe uno tras otro de sus estados amigos, cuatro de los cuales
hoy no siquiera existen como tales: la Unión Soviética, la República
Democrática Alemana, Checoslovaquia y Yugoslavia. Cuba sí, lo
que debiera llamar a reflexión a aquellos que consideran al castrismo
como a un mero estalinismo con ritmo de son.
LAS HUELLAS DEL COMBATE
Tantas décadas de hostigamiento han dejado su huella: no hay principio más sagrado en el campo de batalla que la unidad de mando, y en la lucha por subsistir, la Revolución ha terminado por concentrar el poder en un solo hombre, Fidel Castro. También ha terminado por impregnarse de una lógica militar que desborda paranoia y que no puede tolerar la menor crítica por reputarla quintacolumnismo. Destacar que muchos de los que lo llaman dictador a Castro hayan aplaudido a asesinos seriales como Augusto Pinochet me preocupa menos que los riesgos habitualmente asociados con todo personalismo: la hostilidad hacia los puntos de vista diferentes a los del caudillo y el problema de la sucesión. ¿Hay en el Partido Comunista de Cuba alguien capaz de decirle a Castro que está equivocado, y que, por ejemplo, las restricciones a la emigración no sólo son un obstinado error, sino una bendición para sus enemigos? Si no hay tal persona ¿es posible que haya alguien capaz de desempeñar su puesto en medio de un panorama difícil como el actual?En todo caso, éste es un tema que sólo el pueblo cubano puede resolver. Y si Fidel Castro tiene cuentas que saldar con su pueblo, corresponde a él y sólo a él pedirle al anciano líder que le rinda cuentas. Aquellos que pretenden hablar en su nombre harían bien en darse cuenta de que ya pocos les creen.
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