Reseña crítica: Un peligroso psicópata en acecho por Montmartre perpetra el cuarto de una serie de asesinatos que tienen en jaque a las autoridades así como a toda la comunidad. Las víctimas responden a un mismo tipo físico (de cabello oscuro, de estatura baja y rellenitas) y el modus consiste en una puñalada en el pecho y rasgar las faldas, nada de robo ni violación. El detalle que enerva la paciencia del comisario Maigret (Jean Gabin, en uno de sus personajes para la posteridad) es que, apenas se comete el crimen, el asesino telefonea a la comisaría y deja como recado a "monsieur Maigret" el aviso de la nueva víctima. Truco de viejo zorro, el veterano inpector tiende una celada: manda a fingir el arresto de un viejo conocido (Guy Decomble) para que la prensa lo publique y así inquietar al asesino. Al mismo tiempo recluta un par de docenas de auxiliares de policía del tipo f??sico de las víctimas para que recorran el barrio haciéndose pasar por potenciales víctimas. Para agitar el avispero, una reconstrucción del último crimen atrae a todos los vecinos, incluyendo una joven curiosa (Annie Girardot) que, al percatarse de estar siendo seguida por un detective (Olivier Hussenot), se pasa la noche en una boite y se entretiene donde sea hasta que al final, retorna a su hogar. Esa noche el asesino vuelve a la carga y ataca a una de las mujeres policía, que resiste el empellón y alerta a los demás agentes de policía. El sospechoso se evapora en cierta cuadra donde hay una carnicería cuyo dueño, como consecuencia, es continúamente citado a declarar en la comisaría. Con un botón de saco como única pista, Maigret se interesa por esa joven que su adjunto siguió resultando ser una tal Yvonne, esposa del joven y talentoso decorador Marcel Maurin (Jean Desailly). Y cuando da la casualidad que en la cuadra donde se escabulló el asesino también está la casa de la madre de Maurin (Lucienne Bogaert), Maigret sabe quien es el asesino y comienza su habitual táctica de visitas, charlas, seguimiento, sugerencias y citaciones, para que el criminal - sea quien sea - termine perdiendo la templanza y cometa el error que lo condene. En este caso, merced a una claustrofóbica puesta en escena, tenemos un agobiante cuarto de hora con Maigret tratando de quebrar a Maurin; luego una conversación a cuarto cerrado - tremenda, aún para la época - entre Maigret y las dos mujeres en la vida de Maurin. Tales secuencias dan paso a un clímax final, sobrio pero intenso, con la resolución del caso y también de casi dos horas en que el protagonista lleva el peso de la narración, sea de entrecasa, relajado con su esposa y preguntándose si no llegó el momento de retirarse del oficio, o el Maigret iracundo con sus subordinados cuando el asesino se les escabulle de las manos. Una secuencia nos muestra a Maigret, pipa en boca, recorriendo el barrio y mirando los altos, con una música de acordeón de fondo se nos representa como un cuadro a la vez nostálgico y característico del inmortal personaje de Georges Simenon. El guión permite un tour de force actoral en que la presencia superlativa de Gabin, la convicción de la Girardot y el oficio de Jean Desailly - así como la sobria presencia de los secundarios, incluyendo un ya notorio Lino Ventura - ofrecen esa misma sensación del Maigret de papel, con unos personajes que respiran vida... y que lo seguirán haciendo una vez que la novela concluya. Por la sencilla razón que son individuos que pueblan la vida misma. [Cinefania.com]
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