Reseña crítica: Un tema muy comentado pero pocas veces reflexionado es el de las adaptaciones literarias a la pantalla. ¿Por qué adaptar un libro al cine? ¿A quién va dirigida la película resultante? ¿Con qué criterio realizar cambios de un medio al otro? Elegimos esta película como caso modelo y observamos que la novela original de John Wyndham "The Day of the Triffids" (El Día de los Trífidos, 1951) no es sólo una novela más de ciencia-ficción, sino que está considerada como una obra soberbia del género. Por esta razón, su adaptación fílmica resulta doblemente desafiante: quien haya leído la novela, dictaminará de forma más severa cualquier cambio en la estructura de la trama. Sin embargo, a juzgar por los radicales cambios operados -más que cambios, tergiversaciones-, la película parecería no estar apuntada a esos eventuales lectores, sino al grupo de tibios aficionados a la ciencia-ficción que, por revistas y comentarios, se dan cuenta que hay una obra interesante pero dado que su pasión no es tan profunda como para leerla, estiman encontrar en la película un entretenimiento convencional y que no les lleve a pensar demasiado. ¿Es esa la descripción del espectador "snob"? De ser afirmativa la respuesta, entonces estamos en presencia de la adaptación snob de "El Día de los Trífidos", con presupuesto mediano tirando para baratito (que se aprecia en los visibles hilos que mueven a los muñecos y las tomas de archivo); situaciones resueltas con oficio artesanal por el realizador (especialmente las referidas a movimientos de grupos de personas o lugares cerrados); cliches (los personajes femeninos maduros son completamente inútiles); mensaje de corrección política (además de la nacionalidad americana del protagonista, los submarinos norteamericanos son los que salvan al mundo). Aclaradas estas cuestiones, pasamos entonces al despertar de un marino americano, Bill (Howard Keel), que ha pasado la noche en un hospital londinense con vendas en sus ojos debido a una operación. A primera vista ("vista", ¿se endiente?), Bill se ha perdido de ver el mayor espectáculo gratuito que el mundo jamás fuera testigo: una multitudinaria lluvia de meteoritos que rivaliza en luminosidad con el cielo astrífero. Sin embargo, esa mañana el panorama es bien diferente: todos aquellos que observaron el show han quedado permanentemente ciegos. El colapso social es casi instantáneo. En una estación de ferrocarril los pasajeros deambulan por los andenes y vagones (para siempre detenidos) tratando de encontrar algún lazarillo que los ayude. Un científico (Ewan Roberts), comprendiendo la incurabilidad de su ceguera, se arroja al vacío. Aviones en vuelo comparten el destino de vapores en alta mar: jamás llegaran a sus pistas o puertos. Se desatan incendios que ningún departamento de bomberos acude a sofocar. Es, a todas luces, un fin del mundo que nunca nadie imaginó. Pero Bill, con sus retinas intactas, pronto se topa con Susan (Janina Faye), una jovencita que también conserva su visión, a quien rescata y lleva consigo en un intento de encontrar más sobrevivientes. Claro, es que aún no hemos dicho lo peor: los meteoritos han liberado unas semillas que en tiempo récord se han convertido en seres vegetales denominados "trífidos". Estos bichos son voraces, semovientes y atacan al ser humano, es decir, a estos indefensos invidentes y no acostumbrados a las sombras que conformaban la sociedad humana; pero no solo atacan, sino que devoran (en la novela la alimentación de los trífidos era más truculenta: mataban a sus víctimas y dejaban pasar meses para que se descompongan para así poder digerirlas sin problema). Bill y Susan llegan a un faro donde vive un matrimonio de biólogos marinos (Janette Scott y Kieron Moore) que han liquidado un trífido y estudian algún método para acabar con tales criaturas (es importante notar que esta subtrama se agregó posteriormente a la finalización del rodaje, y el director no acreditado que las filmó fue Freddie Francis). Más tarde, Bill y Susan llegan a Francia donde incorporan a Christine (Nicole Maurey), dando ahora un agradable aspecto familiar: padre americano, mujer francesa, hija inglesa. Hemos de decir que a pesar de los interesantes momentos iniciales, la trama rápidamente cae en el formulismo más rampante, reiteramos, especialmente apto para el público masivo, pero que dejará más que disconformes (calientes, podríamos decir) a lectores y aficionados fieles al género.
Una miniserie de BBC de 1981 sí dio en la tecla adaptando la obra de Wyndham, pero, en cambio, dejando de lado al público amante de explosiones, trífidos espectaculares que tragan cabezas humanas y demás aditamentos del maravilloso mundo del cine. [Cinefania.com]
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