Reseña crítica: El Sr. Kopfringl (Rudolf Hrusinsky) es empleado del cementerio y está a cargo de la sección cremaciones. Su familia está compuesta por su resignada y voluntariosa esposa (Vlasta Chramostova), y sus hijos adolescentes (Jana Stehnova y Milos Vognic). La película se inicia con la visita de la familia completa al zoológico, donde 17 años antes, el Sr. Kopfringl conociera a su mujer. Estamos en alguna época pretérita (no en la actualidad de 1968, año de realización de este filme), en algún momento del siglo XX pero que, debido a las vestimentas, moblajes y arquitectura, no podemos precisar a primera vista. Nuestro protagonista también ejerce como anfitrión, explicando todo, a veces a cámara o bien a los personajes que lo rodean. Desde su opinión del sentido de la vida, que es el aliviar de sufrimiento a los seres humanos hasta cuestiones prácticas de cómo funciona su método de "alivio", que consiste en cremar los ataudes de aquellos supuestos "sufrientes". Según el Sr. Kopfringl, tras 75 minutos de fuego, el alma queda libre para reencarnar en vaya saber uno qué. Por ahí aparecen personajes secundarios, el Sr. Strauss (Jiri Lir), un buen hombre al que el Sr. Kopfringl encarga vender planillas de cremación, o el Sr. Dvorak (Jiri Menzel), empleado de la superintendencia de cementerios que está realmente cansado de paletear carbones para el fétido horno. Tras casi una hora de metraje en que el Sr. Kopfringl va de visita a una barraca de feria donde observa un tétrico museo de cera o preside un almuerzo familiar en que recomienda poner el significativo "Kindertotenlieder" (Muerte de los Niños) de Mahler o bien la "Danza Macabra" de Saint-Saëns, recién la película cobra un interés inédito cuando aparece un viejo amigo pro-germánico ofreciéndole afiliarse al partido. Algunos comentarios acerca de soldados en las fronteras terminan por orientarnos en la búsqueda de referencias. La trama hasta ese momento morosa y casi monótona, se acelera y ahora el flamante miembro del partido nazi, Kopfringl, se entera que por parte de su esposa hay ¼ de sangre judía en sus antepasados. ¿Cómo se las arreglará para solucionar este pequeño inconveniente que le impediría a él y a sus hijos convertirse en gallardos y honorables miembros del Reich? A través de una fotografía casi quirúrgica, un blanco y negro embriagante y varias secuencias originales, el director Juraj Herz nos involucra en una trama que al principio combina ingenuidad y humor negro en partes iguales. Pero a medida que progresa la película, surgen elementos que nos anclan en una realidad con fechas inminentes muy complicadas como la anexión alemana (proceso que se inició en 1938 y culminó en 1939) y la persecución racial. Y esa realidad se convierte ya no en el clima mórbido que destila toda buena sala crematoria sino en el horror más aberrante, al menos que pueda surgir en un cuadro familiar, urbano y civilizado. Vista hoy en día, con datos extras a mano, la película cobra una nueva significación, debido a que no cuesta mucho traspolar al invasor nazi de 1939 con el invasor soviético que, a partir de mediados de 1968, comenzó la invasión de Checoslovaquia para ahogar el movimiento conocido como "Primavera de Praga". [Cinefania.com]
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