Reseña crítica: Una joven modelo artística (Mako Midori) pasea por su propia muestra fotográfica y ve a un ciego apreciando una estatua a través del tacto. La chica huye horrorizada. Cuan prólogo de lo que vendrá, una noche la chica recibe la visita de un masajista ciego (Eiji Funakoshi) que además de aliviarle las tensiones musculares, la duerme con cloroformo y la secuestra, ayudado por una anciana (Noriko Sengoku). La chica despierta en un galpón apartado que resulta ser el estudio del 'masajista', que se revela como escultor amateur que desea tener a la protagonista como modelo para su próxima obra. Hasta que ella no acceda a posar, no podrá salir de ese pesadillesco estudio. La anciana resulta ser la madre del escultor, y ambos se turnan para custodiar que la chica no se escape. La tensión se termina cuando ella accede, luego de varios infructuosos intentos de escape, y enamora a su captor; en un principio creeríamos que trata de provocar una tensión entre el escultor y su madre para aprovecharla y huir. Pero más tarde, cuando sube el termómetro en la relación filial, hay violencia madre-hijo y el resultado es trágico. A partir de ese momento, el realizador saca la trama de la situación que había construído hasta ese momento, para llevarla al camino del poema visual con intención alegórica y moralista. En esta parte de la película, el escultor y su amante surcan los rincones más oscuros del alma humana. Encerrados en el galpón, se proponen experimentar todas las sensaciones carnales posibles, comenzando con el sadomasoquismo y llegando hasta niveles insospechables para la época. La conclusión tiene un lirismo inusitado que no se combina satisfactoriamente con el desarrollo previo. [Cinefania.com]
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