Reseña crítica: Son tres películas por el precio de una. La primera es acerca de los precoces discípulos de un proyeccionista de cine de barrio que, al convertirse en adolescentes, se tornan en fervientes adoradores del fotograma perforado bajo la explosiva denominación de "Fuck Bombers". Su propósito es dividirse las tareas y filmar un auténtico largometraje, con todos los chiches y, desde ya, película virgen de 35mm. La segunda gira en torno a Motu (el inoxidable Jun Kunimura, ese típico y talentoso actor japonés de rostro familiar pero nombre esquivo), zar del crimen organizado nipón, cuyo hogar es atacado por hampones rivales que, al no encontrarlo, se topan con su esposa. Diestra en el troceo de hortalizas, la violenta señora pasa a degüello a los atacantes, salvándose solo uno de ellos, el inefable Ikegama (Shin'ichi Tsutsumi, el Benicio del Toro del Sol Naciente). Antes de huir de esa infernal casa, Ikegama se encuentra frente a frente con la hija de Motu, Mitsuko, una diminuta estrellita de comerciales televisivos que le provocará una fascinación de por vida. Pero no será el único: se convertirá también en amor imposible para un muchachín tímido e introvertido, Koji (Gen Hoshino). Así que cuando una tarde se tropieza sin querer con la ya crecida e infartante Mitsuko (Fumi Nikaido), tendrá que hacerse pasar por su noviecito para ayudarla a huir de unos violentos yakuzas que tratan de capturarla. Esto nos lleva a la tercera película en el mismo paquete: para congraciar los años que su esposa purgó en prisión por defenderlo, Muto pretende que su hija se consagre estrella de cine. Pero decepcionado de las productoras y profesionales del ambiente cinematográfico convencional, decide confiar el proyecto a... ¡claro! Nada más y nada menos que a los "Fuck Bombers" que deciden filmar un enfrentamiento a muerte entre el clan de Muto contra el de Ikegama, pactando eso sí ciertas condiciones de salvaguarda para que los camarógrafos puedan hacer su trabajo. Esa será la película que convertirá al joven y voluntarioso líder de de los "Fuck" en el Dios del Cine, inmortalizando su nombre en todos los libros de historia. Pero también acarreará una sanguinolenta avalancha de violencia y exterminio para elenco y equipo técnico. El director Shion Sono logra superar la oleada de sangre de su sin par JISATSU SAAKURU (Club de los Suicidas-2002), ahora con oleadas de slapstick negro, virtuosismo cinematográfico para plasmar un surrealista cine dentro del cine y una intrincada trama serenamente respaldada por el contrapunto musical de la "Sarabanda" de Handel. [Cinefania.com]
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