Reseña crítica: CHAINED FOR LIFE tiene idéntico título que una poco conocida exploitation de las famosas hermanas Hilton (1951), las siamesas de FREAKS (Fenómenos-1932) de Tod Browning, que supieron ser las artistas mejor pagas del circuito de espectáculos de la década del veinte. Al igual que aquel filme de los cincuenta, que se suponía ciertamente “testimonial” de la vida íntima de las Hilton, esta nueva CHAINED FOR LIFE sirve de interconexión entre ficción, supraficción y realidad. Y es que, en principio, son tres películas por una. Un equipo técnico es convocado en una interesante y sugerente locación para el rodaje de una película de terror. Al lugar llegan actores y actrices pero también un grupo de freaks. El filme dentro del filme (dirigido por el ex actor niño Charlie Korsmo), versa sobre un científico loco que promete "curar" a sus freaks. El elenco de diferentes está encabezado por Adam Pearson, actor que tal vez el cinéfilo curioso pueda recordar por UNDER THE SKIN (Bajo la piel-2014) cuya característica, luego de su notable talento, es que padece un impresionante caso de neurofibromatosis tipo uno. Pearson, infatigable militante en Changing Faces, organismo que ayuda a las personas que sufren todo tipo de desfiguraciones sean por males congénitos o accidentes, declaraba en una entrevista: "Todo lo que siempre quise es elevar el perfil de la desfiguración y la discapacidad. El hecho que la desfiguración sea un atajo al mal no está bien. Los villanos del cine usualmente tienen cicatrices o desfiguraciones, pero esa no es una justa representación del mal. Si voy a ser un villano quiero serlo por mi manera de actuar no por cómo luzco". Dicho y hecho, en CHAINED FOR LIFE interpreta a Rosenthal, un actor desfigurado que encarna el papel del principal freak junto a una troupe que hay que ver para creer. El gigante de 2,28 Daniel Gilchrist; el enano William Huntley; la diminuta Tiffany Manning; el contorsionista Sammy Mena; las actrices desfiguradas Alison Midstokke y Diana Tenney. La interacción, en el detrás de cámara, de los freaks, especialmente Pearson, con la protagonista del filme (Jess Weixler), nos lleva a una tercera instancia, la película que los freaks –con guion de ellos mismos—ruedan por la noche, luego que el equipo se retira a sus aposentos. Entre estos tres andariveles narrativos discurre aquello que la primigenia FREAKS (Fenómenos-1932) insinuaba: una escena de amor, risqué y sin (auto) censuras, entre una mujer normal y un freak, una respuesta al modo en que el freak ha sido desde siempre representado en la pantalla. Parece que el primero en darse cuenta que la diferencia podía ser un bien capitalizable fue P.T. Barnum. Hoy, a dos siglos de aquel pionero y faltando no muchos años para cumplirse el centenario de FREAKS, esta pequeña dosis de buen cine sirve para rebatir el postulado habitual de que “ya sería imposible rodar otra película como FREAKS”. Vista en el festival de cine de Mar del Plata, al culminar la proyección muchos espectadores siguen en sus butacas, como tratando de saborear la película hasta los últimos títulos de crédito. Se trata de una manera tácita de disfrutar al máximo una obra poética, desafiante y –justamente— diferente. [Cinefania.com]
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